Transitar los márgenes

O cómo empezar a explorar la liminalidad


 

Nota al margen

Imagina una página sin márgenes. Imagina un texto corrido que se derrama por los límites de la página, un texto fuera de control, deforme, ilegible, abrumador por su abundancia y por su falta de estructura. Un contenido sin contención que no es porque para ser necesita la otredad que le ofrece el margen, su existencia misma, como si se tratase de un cimiento invisible sobre el cual se erige el edificio del texto.

Es cierto que hay márgenes muy rígidos y otros más ambiguos. Hay márgenes que aportan estabilidad y equilibrio, que marcan la frontera entre lo aceptable y lo inaceptable. Pero también hay márgenes confusos, márgenes que no están sometidos a reglas y que son el lugar idóneo para las transiciones y los puntos suspensivos.

Es en estos márgenes donde se inscriben las preguntas, las divagaciones, las imaginaciones, las indagaciones, los balbuceos, los garabatos, lo que queda en el límite de lo aceptable y lo certero. Estos márgenes son el territorio para lo sugerido, para lo que está en el límite de lo conocido y lo desconocido. Al otro lado del margen se encuentra la estructura, lo definido, lo consensuado. El lugar donde se establecen las reglas y los límites.

Honoré de Balzac afirmó que «sólo hay vida en los márgenes», sugiriendo que los momentos más intensos y creativos de la existencia surgen en los límites de lo común y de lo convencional.

En los márgenes es donde habitan las transiciones entre épocas, ámbitos y disciplinas, donde se erosiona lo viejo y desde ello va naciendo algo nuevo, habitualmente mezclado

Remedios Zafra, La cultura como liminalidad

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Espacios frontera

El límite, entendido como un umbral de transición entre etapas o estados, es una idea antropológica que introdujo el etnógrafo Arnold Van Gennep en su obra «Los ritos de paso». Este concepto, conocido como liminalidad, significa «no estar en un sitio (físico o mental) ni en otro».

La liminalidad es la fase intermedia de un proceso de tres pasos: la separación o fase previa, la liminal o fase central y la incorporación o fase posterior. En esta fase intermedia se lleva a cabo el proceso que permite la transición de una condición o estado inicial a otro nuevo. La liminalidad es crisálida antes que mariposa, es un estado sin estructura donde las normas y expectativas sociales se desdibujan.

En palabras de Javier García Recuenco, experto en resolución de problemas complejos, «la liminalidad tiene que ver con que las cosas más molonas y potentes se producen en esa frontera entre lo que todavía no se ha terminado de morir y lo que todavía no ha terminado de nacer o entre disciplinas que son agua y aceite, como el caso de la tecnología y las artes más humanistas. Donde generalmente se produce más innovación y productos más radicales es en los bordes, en la frontera».

Según Dave Gray, autor del libro «Liminal Thinking», el pensamiento liminal «es el arte de encontrar, crear y utilizar umbrales para generar cambios. Es un tipo de atención plena que permite crear cambios positivos».

En su manual, Gray señala seis principios y nueve prácticas para para encontrar nuevas posibilidades creativas. Estas nueve prácticas se resumen en tres preceptos:

  • Conectarnos con nuestra ignorancia

  • Buscar la comprensión

  • Hacer algo diferente

Aprender a transitar los márgenes puede ser todo un arte. La liminalidad no entiende de mapas ni de estructuras fijadas, pero si nos adentramos a explorar esos espacios frontera posiblemente descubramos nuevas potencialidades y posibilidades de innovación.

 

Puntos ciegos

Posiblemente, el primer paso para adentrarse en un estado de pensamiento liminal es reconocer que nuestros modelos mentales, los mecanismos de pensamiento internos que utilizamos para interpretar el mundo, sólo nos ofrecen una visión limitada de la realidad. Expandirlos nos conducirá inevitablemente a solucionar problemas que antes nos parecían irresolubles.

Hoy en día hay varios factores que condicionan nuestra capacidad para ampliar nuestra perspectiva, tanto a nivel individual como colectivo. Uno de los principales factores que nos condicionan es lo que Eli Pariser denominó la burbuja de filtros, refiriéndose a que cada uno de nosotros se encuentra inmerso en un entorno digital que filtra y muestra únicamente la información que coincide con nuestras opiniones y creencias. Esta burbuja tiene otros efectos asociados, como el conocido sesgo de confirmación, mediante el cual nuestra percepción del mundo se ve reforzada por la información que recibimos en nuestra burbuja, lo que nos hace cada vez menos propensos a confrontar perspectivas diferentes dado que no les otorgamos ninguna validez. Este sesgo reduce considerablemente nuestra exposición a la diversidad de pensamiento y limita el descubrimiento de nuevos conceptos.

El segundo efecto asociado a la burbuja de filtros viene determinado por las redes sociales. Dentro de nuestra burbuja interactuamos principalmente con personas que comparten nuestras opiniones y validan nuestra visión del mundo formando grupos llamados mentes colmena. El problema asociado a estos grupos es que tienden hacia un pensamiento uniforme que puede llegar a radicalizarse con el tiempo, alejándose por completo de la diversidad y complejidad de otras realidades. Relacionado con este punto recomiendo echar un vistazo a la charla TED de la parlamentaria danesa Özlem Cekic titulada Why I have coffee with people who send me hate mail.

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Puntos de fuga

Otros futuros posibles

Muy a menudo, nuestras proyecciones colectivas acerca del futuro suelen girar en torno a distopías y utopías, imaginarios comunes que, o bien nos generan una sensación de irremediable fatalidad, o bien su enfoque está tan desconectado de nuestra realidad y de los problemas que nos afectan que simplemente nos parecen irrealizables.

El futuro se nos hace bola al pensar que nada podrá cambiar los acontecimientos y que el colapso es inevitable. Esta sensación de inevitabilidad es lo que el escritor y filósofo Mark Fisher denominó como la «lenta cancelación del futuro». Si en el pasado soñábamos con un futuro apetecible, prometedor y brillante, ahora padecemos al imaginarlo más precario si cabe y con una crisis sistémica hiper-monumental. Las perspectivas futuras parecen tan inciertas y amenazantes que sentimos que nuestra capacidad para planificar, anticipar o imaginar un futuro positivo son prácticamente nulas.

Pero preguntémonos, ¿quién ha elaborado esas narrativas del futuro? ¿quién nos las ha contado?

Los futuros imaginados que no surgen de los esfuerzos por abordar lo que actualmente se considera probable o deseable no tienen cabida en el pensamiento dominante. Como resultado, dado el poder que tienen las imágenes del futuro sobre lo que percibimos y hacemos, la mayoría de los fenómenos novedosos permanecen invisibles, desprovistos de significado, porque están excluidos de nuestras imágenes del futuro.

Nicklas Larsen, asesor del Instituto de Estudios del Futuro de Copenhague

En palabras de White Rabbit, una agencia de exploración en narrativas emergentes, necesitamos elaborar nuevas imágenes de futuro y alfabetizarnos en futuros posibles. El futuro no está determinado, no existe un futuro único, sino múltiples futuros potenciales diferentes. Futuros más justos, más sostenibles y plurales. Para lograrlo es imprescindible suspender el cinismo y la incredulidad, romper con la narrativa dominante, contemplar otras visiones y crear espacios mentales que nos permitan llegar a nuevas posibilidades.

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Nuevas geometrías del talento

Para transitar por el contexto actual, navegando incertidumbres y complejidades, no basta con potenciar la imaginación y la creatividad, también es necesario concretar esos conceptos e ideas en innovación.

Salir de la dicotomía establecida entre especialistas y generalistas y convertirse en un «especialista generalizador» o un «neogeneralista», parece ser una fórmula plausible para encontrar soluciones innovadoras y efectivas en entornos de constante cambio.

Este enfoque híbrido se conoce como la geometría del talento en forma de «T», donde la barra vertical de la «T» representa la especialización profunda en un área específica y la barra horizontal las habilidades transversales y los conocimientos generales. Esta combinación permite generar sinergias entre la profundidad y la amplitud de conocimientos. Podemos sumergirnos en un área específica para entender sus complejidades y obtener experiencia, al mismo tiempo que ampliamos nuestra perspectiva conectando ideas y conceptos de diferentes disciplinas.

Actualmente esta forma de geometría del talento está evolucionando hacia otra geometría en forma de «π», que cuenta con dos áreas de especialización complementarias unidas por un área transversal de conocimientos.

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Ensanchar nuestro mundo

Un dato: hasta hace una década el coeficiente intelectual de las nuevas generaciones aumentaba cada año entre 3 y 4 puntos, hoy en día esta tendencia está involucionando. Nuestra inteligencia decrece, nos estamos volviendo más simples y más reacios a las abstracciones complejas. Las nuevas tecnologías, el abuso de las pantallas o el empeoramiento de la nutrición son algunos factores que están afectando a nuestra capacidad de razonar.

Un síntoma de este retroceso es que cada vez utilizamos menos palabras para comunicarnos. Como consecuencia, a medida que disminuye la cantidad de vocabulario empleado nuestra realidad se empobrece y se uniformiza aún más. Esta reducción también afecta a la calidad del pensamiento, ya que el procesamiento de pensamientos complejos requiere una buena comprensión de los conceptos pero si nuestro lenguaje es limitado, es difícil que podamos comprenderlos.

En la sociedad del conocimiento [el lenguaje] es clave para desplegar pensamiento crítico (dudar), divergente (problematizar), deductivo (explorar), inductivo (crear) y abstracto (elevar). Todas esas son habilidades cognitivas superiores que le permitirán jugar el juego de un mundo atravesado por el avance de la inteligencia artificial.

Pablo Aristizábal, profesor, emprendedor y conferencista

«Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo» afirmó Wittgenstein, sugiriendo que la expansión y el enriquecimiento de nuestro lenguaje podrían conducirnos a una comprensión más profunda y completa del mundo.

Posiblemente nuestro mundo se está empequeñeciendo y con él nuestra percepción de la realidad. La riqueza de las palabras, sus sutilezas y los juegos del lenguaje pueden ensanchar nuestro pensamiento y, en consecuencia, los límites de nuestro mundo.

 

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Bibliografía y webgrafía:

Chus Moreno

Diseñadora gráfica con más de 20 años de experiencia.

Actualmente especializada en naming, creación de nombres de marca y en branding.

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