Olivetti: una utopía posible

La historia de una empresa humana con un bello propósito


 

Ivrea: el sueño de Adriano

Humanizar el trabajo en sus fábricas fue una preocupación constante en la vida de Adriano Olivetti. Como futuro heredero de la empresa de máquinas de escribir más importante de Europa, comenzó a trabajar en su fábrica cuando tenía trece años: «aprendí bien pronto a conocer y a odiar el trabajo en serie. Una tortura para el espíritu, encarcelado durante horas que no acaban nunca [...]. Hace falta entender lo tenebroso de un lunes en la vida de un obrero, de otro modo no se puede ejercer la profesión de manager, no se puede dirigir si no se sabe qué hacen los otros».

La fábrica se encontraba en Ivrea, una pequeña ciudad de la desembocadura del Valle de Aosta, cerca de Turín.

Cuando Adriano asumió la dirección de Olivetti, tuvo claro que la cultura industrial de su empresa se adaptaría a las necesidades humanas. El proyecto de construcción de una fábrica-comunidad era el núcleo vital de su visión, siempre influida por el lema de humana civilitas.

La planificación urbana y la arquitectura fueron dos grandes pasiones de Adriano. Contrató a los mejores arquitectos de estilo racionalista de la época para realizar el proyecto de los nuevos edificios de la fábrica. Estos se construyeron casi en su totalidad de vidrio porque los trabajadores tenían que ver «las montañas y los valles de dónde venían... y también para que la gente de fuera de la fábrica viera lo que sucedía adentro». Estos edificios contaban con cafeterías, patios de juegos, salones para debate y bibliotecas con miles de libros. Era el año 1939 y en la siguiente década Olivetti aumentó su productividad casi un 500%. Las ventas crecieron vertiginosamente.

Paulatinamente, en los terrenos adyacentes a la fábrica se comenzaron a construir una red de veintisiete edificios que constaban de guarderías, museos, el primer hospital de Ivrea, comedores, bloques de viviendas de no más de cuatro alturas y zonas verdes. Con este proyecto se pretendía facilitar una forma de comunicación horizontal y vertical en la comunidad de la empresa. El imaginario de un capitalismo a la medida del hombre comenzaba a hacerse real.

 

El modelo Olivetti: la comunità di spiriti liberi

«El éxito, el resultado final, no se consigue con grandes estrategias o con financiación. Se consigue con las personas.»

Adriano Olivetti

Desde su recorrido juvenil por Estados Unidos, Adriano comprendió claramente la necesidad de renovar la organización en la producción. Deslumbrado por las fábricas de Ford y Underwood, se propuso como objetivo alcanzar los niveles de productividad de su competidor, quien lograba producir 700 máquinas al día mediante una simplificación extrema de las diversas etapas del proceso de fabricación.

También comprendió que la inversión en capital humano era fundamental para cualquier empresa que buscara destacar en un entorno altamente innovador. Adriano anticipó algunos elementos de la estrategia empresarial contemporánea al basar sus perspectivas de crecimiento en inversiones intangibles como la cultura, la investigación y la formación del personal.

La cultura empresarial de Olivetti en ese momento de la historia era una síntesis entre la cultura científica y la humanística. La empresa acogía a periodistas, poetas, psicólogos y sociólogos para imaginar y diseñar una sociedad diferente y mejor. En aquel tiempo el director de personal de la fábrica era un historiador medievalista, el director comercial un escritor, un poeta se ocupa del área de publicidad y un crítico literario era el brazo derecho de Adriano.

La gestión de personal se enfocaba en aspectos relacionados con el estilo de vida y la motivación de los empleados. En la selección se buscaba ofrecer el puesto de trabajo más adecuado según el potencial y la personalidad del empleado.

En la década de los años cuarenta, Olivetti aumentó los salarios un 20% con respecto a la media nacional. Las mujeres tuvieron derecho a nueve meses de permiso de maternidad retribuido y los horarios de la fábrica se redujeron de 48 a 45 horas semanales.

No sólo se implementaron numerosos servicios sociales, sino también servicios culturales. Adriano hizo de la formación el pilar fundamental de su empresa, concebida no solo como un medio para enriquecer al individuo, sino también como una vía para la especialización profesional y el desarrollo de habilidades. La fábrica dejaba de ser sólo un lugar de trabajo para convertirse en un lugar de intercambio de conocimientos, valores y confrontación pluralista.

 

Diseño Olivetti: la coherencia como necesidad

En la década de los años cincuenta la Olivetti vive uno de sus períodos más creativos. Con un equipo formado por los mejores en su especialidad, la compañía se convierte en un lugar legendario, quizá en un laboratorio de experiencias.

Los mejores diseñadores, ingenieros y arquitectos de la época trabajaban codo con codo con el resto de empleados de la fábrica, creando grupos de trabajo interdisciplinarios. Por aquel entonces, Olivetti se convirtió en un gran atractor para jóvenes recién graduados, que acababan formando parte del “depósito de talentos” para el desarrollo de nuevos productos y la entrada en nuevos mercados. Más de un 30% de los empleados de la compañía estaban involucrados en actividades relacionadas con la investigación industrial y el desarrollo de productos.

Como resultado de todas estas sinergias se proyectan productos únicos que cosechan grandes beneficios en los mercados internacionales. Fueron los años de la Lexikon 80 y de la mítica Lettera 22, la máquina de escribir portátil más vendida del mundo y objeto de deseo de periodistas y escritores. El arquitecto Marcello Nizzoli, jefe del departamento de diseño de Olivetti, fue el artífice de estos productos junto con el diseño de las calculadoras Divisumma 24 y Tetractys, que resultaron ser una mina de oro para la empresa.

Hacia el final de la década de los años cincuenta, el departamento de informática de Olivetti inicia su andadura. Se crea el modelo Elea 9003, que marca un hito como primer gran ordenador fabricado completamente en Italia. En 1965, y tras superar numerosos desafíos, la compañía logra presentar al gran público lo que se considera el primer ordenador personal de la historia, el Programma 101.

Carteles publicitarios realizados por Giovanni Pintori en la década de los años sesenta. Fuente: letterformarchive.org

La expresión de la belleza de la forma no se limitaba a una simple cuestión decorativa, sino que se concebía como eje central desde el que comunicar la realidad y los valores sustanciales de la empresa. Este enfoque se reflejaba tanto en el diseño y desarrollo de producto como en la gráfica publicitaria que desarrolló el diseñador Giovanni Pintori a lo largo de los treinta años que estuvo trabajando en la empresa.

El “estilo Olivetti” fue el resultado de un equilibrio posible entre cualidad estética e innovación técnica. Todo nuevo producto debía de tener un sentido y estar justificado desde el punto de vista funcional, ergonómico y comunicativo.

El criterio de coherencia no declarado pero presente en todos los ámbitos de la empresa, no sólo se hacía visible en la arquitectura, el diseño de producto o su comunicación gráfica. Los showrooms creados en las principales capitales europeas y en Nueva York, donde se presentaban los últimos productos de la empresa, se concibieron como expresiones artísticas y experiencias destinadas a sumergir al público en la esencia italiana de Olivetti. Estos espacios se convirtieron en iconos del interiorismo y del diseño, agregando un valor diferencial a la experiencia de la marca.

Como fruto de todos estos hitos, llegaron los reconocimientos nacionales e internacionales a la excelencia del diseño Olivetti. En el año 1952, El MOMA de Nueva York organizó una exposición sobre producto industrial y la dedicó a “Olivetti: el diseño en la industria”. A partir de entonces, una decena de productos de la marca forman parte de la colección permanente de este museo.

Showroom de Olivetti en la Quinta Avenida de Nueva York, proyectado por Constantino Nizzola en el año 1954.

 

1960: el comienzo del declive de una era

«Olivetti tuvo suerte mientras se rigió por la cultura. Y la ética.
Una tesis audaz que también puede leerse en negativo: sin cultura (y ética) Olivetti desapareció
»

Eugenio Pacchioli

En el libro Città dell'Uomo, publicado en enero de 1960, Adriano escribió: «las fábricas gigantescas, las metrópolis superpobladas, los estados centralizados y monolíticos, los partidos de masas... son sin duda, los leviatanes de nuestro tiempo, también destinados a desaparecer para dejar lugar a formas de vida que sean más ágiles, más armoniosas y para resumirlas en una palabra, más humanas».

Pocas semanas después de la publicación de este libro Adriano Olivetti falleció.

Explicar la historia de Olivetti es difícil. Implica armonizar en un conjunto diseño, planificación industrial, arquitectura, estrategia de comunicación, experiencia estética, investigación tecnológica, ética y conciencia social.

Quizá la propuesta más significativa de Adriano fue la de dotar al trabajo de sentido, oponiéndose a la visión empresarial que imperaba en aquellos años, el fordismo y el taylorismo, donde se veía al hombre como una pieza de la maquinaria productiva y lo social empezaba fuera de la empresa.

Aunque resulte sorprendente, Adriano llegó a sugerir la transferencia de la propiedad de la empresa a los empleados y a varias instituciones públicas. Propuso una sociedad comunitaria que dejaba de lado la lucha de clases y basó el enfoque de su economía en un estilo de economía civil, es decir, en la aplicación de la reciprocidad en la práctica económica. Un tipo de capitalismo al estilo europeo o italiano, una “tercera vía” que pretendía distanciarse del capitalismo que en aquellos años ya se estaba consolidando en Estados Unidos y también del colectivismo soviético.

Adriano abrió una brecha en la concepción de esos sistemas al ofrecer un nuevo paradigma. Probablemente, la distintividad que consiguió imbuir en la cultura de su empresa le otorgó su mayor ventaja competitiva.

 

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Chus Moreno

Diseñadora gráfica con más de 20 años de experiencia.

Actualmente especializada en naming, creación de nombres de marca y en branding.

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